ENLACES EXTERNOS

http://es.wikiquote.org/wiki/Rub%C3%A9n_Dar%C3%ADo

http://www.ucm.es/BUCM/foa/25225.php

http://poeticas.es/?p=411

TEMAS


Erotismo

El erotismo es uno de los temas centrales de la poesía de Rubén Darío. Para Pedro Salinas, se trata del tema esencial de su obra poética, al que todos los demás están subordinados. Se trata de un erotismo básicamente sensorial cuya finalidad es el placer.
Se diferencia Darío de otros poetas amorosos en el hecho de que su poesía carece del personaje literario de la amada ideal (como puede serlo, por ejemplo, Laura de Petrarca). No hay una sola amada ideal, sino muchas amadas pasajeras. Como escribió:
Plural ha sido la celeste historia de mi corazón...
El erotismo se convierte en Darío en el centro de su cosmovisión poética. Salinas habla de su "visión panerótica del mundo", y opina que todo su mundo poético se estructura en consonancia con este tema principal. En la obra del poeta nicaragüense, el erotismo no se agota en el deseo sexual (aunque escribió varios poemas, como "Mía", con explícitas referencias al acto sexual ), sino que se convierte en lo que Ricardo Gullón definió como "anhelo de trascendencia en el éxtasis". Por eso, en ocasiones lo erótico está en la obra de Darío íntimamente relacionado con lo religioso, como en el poema "Ite, missa est" (las palabras con las que concluye la misa según la liturgia romana antes del Concilio Vaticano II, actualmente "Podéis ir en paz"), donde dice de su amada que "su espíritu es la hostia de mi amorosa misa". La atracción erótica encarna para Darío el misterio esencial del universo, como se pone de manifiesto en el poema "Coloquio de los centauros":
¡El enigma es el rostro fatal de Deyanira! Mi espalda aún guarda el dulce perfume de la bella; aún mis pupilas llaman su claridad de estrella. ¡Oh aroma de su sexo! ¡Oh rosas y alabastros! ¡Oh envidia de las flores y celos de los astros!
En otro poema, de Cantos de vida y esperanza, lo expresó de otra forma:
¡Carne, celeste carne de mujer! Arcilla -dijo Hugo-, ambrosía más bien, ¡oh maravilla!, la vida se soporta, tan doliente y tan corta, solamente por eso: ¡roce, mordisco o beso en ese pan divino para el cual nuestra sangre es nuestro vino! En ella está la lira, en ella está la rosa, en ella está la ciencia armoniosa, en ella se respira el perfume vital de toda cosa.

Exotismo

La poesía de Darío (salvo en los poemas cívicos, como el Canto a la Argentina, o la Oda a Mitre), excluye la actualidad de los países en que vivió, y se centra en escenarios remotos.
 
Entre estos escenarios está el que le proporciona la mitología de la antigua Grecia. Los poemas de Darío están poblados de sátiros, ninfas, centauros y otras criaturas mitológicas. La imagen que Darío tiene de la antigua Grecia está pasada por el tamiz de la Francia dieciochesca. En "Divagación" escribió:
Amo más que la Francia de los griegos
la Grecia de la Francia, porque en Francia
el eco de las risas y los juegos,
su más dulce licor Venus escancia.
Precisamente la Francia galante del siglo XVIII es otros de los escenarios exóticos favoritos del poeta, gran admirador del pintor Watteau. En "Divagación", al que el propio Darío se refirió, en Historia de mis libros, como "un curso de geografía erótica", aparecen, además de los citados, los siguientes ambientes exóticos: la Alemania del Romanticismo, España, China, Japón, la India y el Israel bíblico.
Mención aparte merece la presencia en su poesía de una imagen idealizada de las civilizaciones precolombinas, ya que, como expuso en las "Palabras Liminares" a Prosas profanas:
Si hay poesía en nuestra América ella está en las cosas viejas, en Palenke y Utatlán, en el indio legendario, y en el inca sensual y fino, y en el gran Moctezuma de la silla de oro. Lo demás es tuyo, demócrata Walt Whitman.

 Ocultismo

A pesar de su apego a lo sensorial, atraviesa la poesía de Rubén Darío una poderosa corriente de reflexión existencial sobre el sentido de la vida. Es conocido su poema "Lo fatal", de Cantos de vida y esperanza, donde afirma que:
no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo
ni mayor pesadumbre que la vida consciente
La religiosidad de Darío se aparta de la ortodoxia católica para buscar refugio en la religiosidad sincrética propia del fin de siglo, en la que se entremezclan influencias orientales, un cierto resurgir del paganismo y, sobre todo, varias corrientes ocultistas. Una de ellas es el pitagorismo, con el que se relacionan varios poemas de Darío que tienen que ver con lo trascendente. En los últimos años de su vida, Darío mostró también gran interés por otras corrientes esotéricas, como la teosofía. Como recuerdan muchos autores,[sin embargo, la influencia del pensamiento esotérico en la poesía es un fenómeno común desde el Romanticismo. Se manifiesta, por ejemplo, en la visión del poeta como un mago o sacerdote dotado de la capacidad de discernir la verdadera realidad, una idea que está ya presente en la obra de Víctor Hugo, y de la que hay abundantes ejemplos en la poesía de Rubén Darío, que en uno de sus poemas llama a los poetas "torres de Dios".

 Temas cívicos y sociales

Rubén Darío tuvo también una faceta, bastante menos conocida, de poeta social y cívico. Unas veces por encargo, y otras por deseo propio, compuso poemas para exaltar héroes y hechos nacionales, así como para criticar y denunciar los males sociales y políticos.
Uno de sus más destacados poemas en esta línea es Canto a la Argentina, incluido en Canto a la Argentina y otros poemas, y escrito por encargo del diario bonaerense La Nación con motivo del primer centenario de la independencia del país austral. Este extenso poema (con más de 1.000 versos, es el más largo de los que escribió el autor), destaca el carácter de tierra de acogida para inmigrantes de todo el mundo del país sudamericano, y enaltece, como símbolos de su prosperidad, a la Pampa, a Buenos Aires y al Río de la Plata. En una línea similar está su poema, "Oda a Mitre", dedicado al prócer argentino Bartolomé Mitre.
Su "A Roosevelt", incluido en Cantos de vida y esperanza, ya anteriormente mencionado, expresa la confianza en la capacidad de resistencia de la cultura latina frente al imperialismo anglosajón cuya cabeza visible es el entonces presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt. En "Los cisnes", perteneciente al mismo libro, el poeta expresa su inquietud por el futuro de la cultura hispánica frente al aplastante predominio de los Estados Unidos:
¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? ¿Tantos millones de hombres hablaremos inglés? ¿Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? ¿Callaremos ahora para llorar después?
Una preocupación similar está presente en su famoso poema "Salutación del optimista". Muy criticado fue el giro de Darío cuando, con motivo de la Tercera Conferencia Interamericana, escribió, en 1906, su "Salutación al águila", en la que enfatiza la influencia benéfica de los Estados Unidos sobre las repúblicas latinoamericanas.
En lo que a Europa se refiere, es notable el poema "A Francia" (del libro El canto errante). Esta vez la amenaza viene de la belicosa Alemania (un peligro real, como demostrarían los acontecimientos de la Primera Guerra Mundial):
¡Los bárbaros, Francia! ¡Los bárbaros, cara Lutecia! Bajo áurea rotonda reposa tu gran paladín. Del cíclope al golpe ¿qué pueden las risas de Grecia? ¿Qué pueden las gracias, si Herakles agita su crin?

RECURSOS FORMALES

Métrica

Darío hizo suyo el lema de su admirado Paul Verlaine: "De la musique avant toute chose". Para él, como para todos los modernistas, la poesía era, ante todo, música. De ahí que concediese una enorme importancia al ritmo. Su obra supuso una auténtica revolución en la métrica castellana. Junto a los metros tradicionales basados en el octosílabo y el endecasílabo, Darío empleó profusamente versos apenas empleados con anterioridad, o ya en desuso, como el eneasílabo, el dodecasílabo y el alejandrino, enriqueciendo la poesía en lengua castellana con nuevas posibilidades rítmicas.
Aunque existen ejemplos anteriores de utilización del verso alejandrino en la poesía castellana del siglo XIX, el hallazgo de Darío consistió en liberar este verso de la rígida correspondencia hasta entonces existente entre la estructura sintáctica del verso y su división métrica en dos hemistiquios, recurriendo a varios tipos de encabalgamiento. En los poemas de Darío, la cesura entre los dos hemistiquios se encuentra a veces entre un artículo y un nombre, entre este último y el adjetivo que lo acompaña, o incluso en el interior de una misma palabra. Darío adaptó este verso a estrofas y poemas estróficos para las que tradicionalmente se empleaba el endecasílabo, tales como el cuarteto, el sexteto y el soneto.
Rubén Darío es sin duda el mayor y mejor exponente de la adaptación de los ritmos de las literaturas clásicas (grecorromanas) a la lírica hispánica. Estos ritmos se basan en el contraste de vocales tónicas y átonas, y por ello en la cantidad silábica. Recordemos que en el latín la tónica no se marca como en español con un golpe de voz más fuerte, sino con un alargamiento de la vocal. Rubén cultivará los ritmos tradicionales (yámbico y trocaico como binarios, y dactílico, anfibráquico y anapéstico como ternarios), también forjará sus propios ritmos cuaternarios e innovará juntando en un mismo verso ritmos binarios y ternarios.
Ejemplo de ternario dactílico::
Ínclitas razas urrimas, sangre de Hispania fecunda
Ejemplo de ternario anfibráquico::
Escha dino Rolándo
Ejemplo de binario trocaico::
sa rója pálio azúl

 Léxico

Darío destaca por la renovación del lenguaje poético, visible en el léxico utilizado en sus poemas. Gran parte del vocabulario poético de Rubén Darío está encaminado a la creación de efectos exotistas. Destacan campos semánticos que connotan refinamiento, como el de las flores ("jazmines", "nelumbos", "dalias", "crisantemos", "lotos", "magnolias", etc), el de las piedras preciosas ("ágata", "rubí", "topacio", "esmeralda", "diamante", "gema"), el de los materiales de lujo ("seda", "porcelana", "mármol", "armiño", "alabastro"), el de los animales exóticos ("cisne", "papemores", "bulbules"] ), o el de la música ("lira", "violoncelo", "clave", "arpegio", etc). Con frecuencia se encuentran en su obra cultismos procedentes del latín o del griego ("canéfora", "liróforo", "hipsípila"), e incluso neologismos creados por el propio autor ("canallocracia", "pitagorizar"). Recurre con frecuencia a personajes y elementos propios de la mitología griega y latina (Afrodita o Venus, muchas veces designada por sus epítetos "Anadiomena" o "Cipris", Pan, Orfeo, Apolo, Pegaso, etc.), y a nombres de lugares exóticos (Hircania, Ormuz, etc).

       Figuras retóricas

Una de las figuras retóricas clave en la obra de Darío es la sinestesia, mediante la cual se logra asociar sensaciones propias de distintos sentidos: especialmente la vista (la pintura) y el oído (la música).
En relación con la pintura, hay en la poesía de Darío un gran interés por el color: el efecto cromático se logra no solo mediante la adjetivación, a menudo inusual (para el color blanco, por ejemplo, se utilizan adjetivos como "albo", "ebúrneo", "cándido", "lilial" e incluso "eucarístico"), sino mediante la comparación con objetos de este color. En el poema "Blasón", por ejemplo, la blancura del cisne se le compara sucesivamente a la del lino, la rosa blanca, el cordero y el armiño. Uno de los mejores ejemplos de este interés de Darío por lograr efectos cromáticos es su Sinfonía en Gris Mayor, incluida en Prosas profanas:
El mar como un vasto cristal azogado
refleja la lámina de un cielo de
zinc;
lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris
Lo musical está presente, aparte de en el ritmo del poema y en el léxico, en numerosas imágenes:
El teclado harmónico de su risa fina
los líricos cristales
de tu reír
Tanta importancia como la sinestesia tiene en la poesía de Darío la metáfora.

 Símbolos

El símbolo más característico de la poesía de Darío es el cisne, identificado con el Modernismo hasta el punto de que cuando el poeta mexicano Enrique González Martínez quiso derogar esta estética lo hizo con un poema en el que exhortaba a "torcerle el cuello al cisne". La presencia del cisne es obsesiva en la obra de Darío, desde Prosas profanas, donde el autor le dedica los poemas "Blasón" y "El cisne", hasta Cantos de vida y esperanza, una de cuyas secciones se titula también "Los cisnes". Salinas explica la connotación erótica del cisne, en relación con el mito, al que Darío se refiere en varias ocasiones, de Júpiter y Leda. Sin embargo, se trata de un símbolo ambivalente, que en ocasiones funciona como emblema de la belleza y otras simboliza al propio poeta.
El cisne no es el único símbolo que aparece en la poesía de Rubén Darío. El centauro, en poemas como el "Coloquio de los centauros", en Prosas profanas, expresa la dualidad alma-cuerpo a través de su naturaleza medio humana medio animal. Gran contenido simbólico tienen también su poesía imágenes espaciales, como los parques y jardines, imagen de la vida interior del poeta, y la torre, símbolo de su aislamiento en un mundo hostil. Se han estudiado en su poesía otros muchos símbolos, como el color azul, la mariposa o el pavo real.

INFLUENCIAS

Para la formación poética de Rubén Darío fue determinante la influencia de la poesía francesa. En primer lugar, los románticos, y muy especialmente Víctor Hugo. Más adelante, y con carácter decisivo, llega la influencia de los parnasianos: Théophile Gautier, Catulle Mendès, y José María de Heredia. Y, por último, lo que termina por definir la estética dariana es su admiración por los simbolistas, y entre ellos, por encima de cualquier otro autor, Paul Verlaine.[14] Recapitulando su trayectoria poética en el poema inicial de Cantos de vida y esperanza (1905), el propio Darío sintetiza sus principales influencias afirmando que fue "con Hugo fuerte y con Verlaine ambiguo".
Ya en las "Palabras Liminares" de Prosas profanas (1896) había escrito un párrafo que revela la importancia de la cultura francesa en el desarrollo de su obra literaria:
El abuelo español de barba blanca me señala una serie de retratos ilustres: "Éste —me dice— es el gran don Miguel de Cervantes Saavedra, genio y manco; éste es Lope de Vega, éste Garcilaso, éste Quintana." Yo le pregunto por el noble Gracián, por Teresa la Santa, por el bravo Góngora y el más fuerte de todos, don Francisco de Quevedo y Villegas. Después exclamo: "¡Shakespeare! ¡Dante! ¡Hugo...! (Y en mi interior: ¡Verlaine...!)"
Luego, al despedirme: "—Abuelo, preciso es decíroslo: mi esposa es de mi tierra; mi querida, de París."
Muy ilustrativo para conocer los gustos literarios de Darío resulta el volumen Los raros, que publicó el mismo año que Prosas profanas, dedicado a glosar brevemente a algunos escritores e intelectuales hacía los que sentía una profunda admiración. Entre los seleccionados están Edgar Allan Poe, Villiers de l'Isle Adam, Léon Bloy, Paul Verlaine, Lautréamont, Eugénio de Castro y José Martí (este último es el único autor mencionado que escribió su obra en español). El predominio de la cultura francesa es más que evidente. Darío escribió: "El Modernismo no es otra cosa que el verso y la prosa castellanos pasados por el fino tamiz del buen verso y de la buena prosa franceses".
No quiere esto decir, sin embargo, que la literatura en español no haya tenido importancia en su obra. Dejando aparte su época inicial, anterior a Azul..., en la cual su poesía es en gran medida deudora de los grandes nombres de la poesía española del siglo XIX, como Núñez de Arce y Campoamor, Darío fue un gran admirador de Bécquer. Los temas españoles están muy presentes en su producción ya desde Prosas profanas (1896) y, muy especialmente, desde su segundo viaje a España, en 1899. Consciente de la decadencia de lo español tanto en la política como en el arte (preocupación que compartió con la llamada Generación del 98 española), se inspira con frecuencia en personajes y elementos del pasado. Así ocurre, por ejemplo, en su "Letanía de nuestro señor Don Quijote", poema incluido en Cantos de vida y esperanza (1905), en el que se exalta el idealismo de Don Quijote.
En cuanto a los autores de otras lenguas, debe mencionarse la profunda admiración que sentía por tres autores estadounidenses: Emerson, Poe y Whitman.

 Evolución

La evolución poética de Rubén Darío está jalonada por la publicación de los libros en los que la crítica ha reconocido sus obras fundamentales: Azul... (1888), Prosas profanas y otros poemas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905).
Antes de Azul... Darío escribió tres libros y gran número de poemas sueltos, que constituyen lo que se ha dado en denominar su "prehistoria literaria". Los libros son Epístolas y poemas (escrito en 1885, pero no publicado hasta 1888, con el título de Primeras notas), Rimas (1887) y Abrojos (1887). En la primera de estas obras es patente la huella de sus lecturas de clásicos españoles, así como la impronta de Víctor Hugo. La métrica es clásica (décimas, romances, estancias, tercetos encadenados, en versos predominantemente heptasílabos, octosílabos y endecasílabos) y el tono predominantemente romántico. Las epístolas, de influencia neoclásica, van dirigidas a autores como Ricardo Contreras, Juan Montalvo, Emilio Ferrari y Víctor Hugo.
En Abrojos, publicado ya en Chile, la influencia más acusada es la del español Ramón de Campoamor.En cuanto a Rimas, publicado también en Chile y en el mismo año, fue escrito para un concurso de composiciones a imitación de las Rimas de Bécquer, por lo que no es extraño que su tono intimista sea muy similar al de las composiciones del poeta sevillano. Consta de solo catorce poemas, de tono amoroso, cuyos procedimientos expresivos (estrofas de pie quebrado, anáforas, antítesis, etc.) son característicamente becquerianos.
Azul... (1888), considerado el libro inaugural del Modernismo hispanoamericano, recoge tanto relatos en prosa como poemas, cuya variedad métrica llamó la atención de la crítica. Presenta ya algunas preocupaciones características de Darío, como la expresión de su insatisfacción ante la sociedad burguesa (véase, por ejemplo, el relato "El rey burgués"). En 1890 vio la luz una segunda edición del libro, aumentada con nuevos textos, entre los cuales una serie de sonetos en alejandrinos.
La etapa de plenitud del Modernismo y de la obra poética dariana la marca el libro Prosas profanas y otros poemas, colección de poemas en las que la presencia de lo erótico es más importante, y del que no está ausente la preocupación por temas esotéricos (como en el largo poema "Coloquio de los centauros"). En este libro está ya toda la imaginería exótica propia de la poética dariana: la Francia del siglo XVIII, la Italia y la España medievales, la mitología griega, etc.
En 1905, Darío publicó Cantos de vida y esperanza, que anuncia una línea más intimista y reflexiva dentro de su producción, sin renunciar a los temas que se han convertido en señas de identidad del Modernismo. Al mismo tiempo, aparece en su obra la poesía cívica, con poemas como "A Roosevelt", una línea que se acentuará en El canto errante (1907) y en Canto a la Argentina y otros poemas (1914). El sesgo intimista de su obra se acentúa, en cambio, en Poema del otoño y otros poemas (1910), en que se muestra una sencillez formal sorprendente en su obra.
No todos los poemas de Darío fueron recogidos en libros en vida del poeta. Muchos de ellos, aparecidos únicamente en publicaciones periódicas, fueron recopilados después de su muerte.
PEGASO
Cuando iba yo a montar ese caballo rudo
y tembloroso, dije: «La vida es pura y bella.»
Entre sus cejas vivas vi brillar una estrella.
El cielo estaba azul, y yo estaba desnudo.

Sobre mi frente Apolo hizo brillar su escudo
y de Belerofonte logré seguir la huella.
Toda cima es ilustre si Pegas o la sella,
y yo, fuerte, he subido donde Pegaso pudo.

Yo soy el caballero de la humana energía,
yo soy el que presenta su cabeza triunfante
coronada con el laurel del Rey del día;

domador del corcel de cascos de diamante,
voy en un gran volar, con la aurora por guía,
adelante en el vasto azur, ¡siempre adelante!

RETRATOS
Don Gil, Don Juan, Don Lope, Don Carlos, Don Rodrigo,
¿cúya es esta cabeza soberbia? ¿Esa faz fuerte?
¿Esos ojos de jaspe? ¿Esa barba de trigo?
Este fue un caballero que persiguió a la Muerte.

Cien veces hizo cosas tan sonoras y grandes,
que de águilas poblaron el campo de su escudo,
y ante su rudo tercio de América o de Flandes
quedó el asombro ciego, quedó el espanto mudo.

La coraza revela fina labor; la espada
tiene la cruz que erige sobre su tumba el miedo;
y bajo el puño firme que da su luz dorada,
se afianza el rayo sólido del yunque de Toledo.

Tiene labios de Borgia, sangrientos labios dignos
de exquisitas calumnias, de rezar oraciones
y de decir blasfemias: rojos labios malignos
florecidos de anécdotas en cien Decamerones.

Y con todo, este hidalgo de un tiempo indefinido,
fue el abad solitario de un ignoto convento,
y dedicó en la muerte sus hechos: ¡Al olvido!
y el grito de su vida luciferina: ¡Al viento!

2

En la forma cordial de la boca, la fresa
solemniza su púrpura; y en el sutil dibujo
de óvalo del rostro de la blanca abadesa
la pura frente es ángel y el ojo negro es brujo.

Al marfil monacal de esa faz misteriosa
brota una dulce luz de un resplandor interno,
que enciende en sus mejillas un celeste rosa
en que su pincelada fatal puso el Infierno.

¡Oh, Sor María! ¡Oh, Sor María! ¡Oh, Sor María!
La mágica mirada y el continente regio,
¿no hicieron en un alma pecaminosa un día
brotar el encendido clavel del sacrilegio?

Y parece que el hondo mirar cosas dijera
especiosas y ungidas de miel y de veneno.
(Sor María murió condenada a la hoguera:
dos abejas volaron de las rosas del seno.)




POESIAS

 SALUTACION DEL OPTIMISTA
Ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda,
espíritus fraternos, luminosas almas, ¡salve!
Porque llega el momento en que habrán de cantar nuevos himnos
lenguas de gloria. Un vasto rumor llena los ámbitos;
mágicas ondas de vida van renaciendo de pronto;
retrocede el olvido, retrocede engañada la muerte,
se anuncia un reino nuevo, feliz sibila sueña,
y en la caja pandórica de que tantas desgracias surgieron
encontramos de súbito, talismánica, pura, riente,
cual pudiera decirla en sus versos Virgilio divino,
la divina reina de luz, ¡la celeste Esperanza!

Pálidas indolencias, desconfianzas fatales que a tumba
o a perpetuo presidio, condenasteis al noble entusiasmo,
ya veréis el salir del sol en un triunfo de liras,
mientras dos continentes, abandonados de huesos gloriosos,
del Hércules antiguo la gran sombra soberbia evocando,
digan al orbe: la alta virtud resucita,
que a la hispana progenie hizo dueña de siglos.

Abominad la boca que predice desgracias eternas,
abominad los ojos que ven sólo zodíacos funestos,
abominad las manos que apedrean las ruinas ilustres
o que la tea empuñan o la daga suicida.
Siéntense sordos ímpetus en las entrañas del mundo,
la inminencia de algo fatal hoy conmueve la tierra;
fuertes colosos caen, se desbandan bicéfalas águilas,
y algo se inicia como vasto social cataclismo
sobre la faz del orbe. ¿Quién dirá que las savias dormidas
no despierten entonces en el tronco del roble gigante
bajo el cual se exprimió la ubre de la loba romana?
¿Quién será el pusilánime que al vigor español niegue músculos
y que al alma española juzgase áptera y ciega y tullida?
No es Babilonia ni Nínive enterrada en olvido y en polvo
ni entre momias y piedras, reina que habita el sepulcro,
la nación generosa, coronada de orgullo inmarchito,
que hacia el lado del alba fija las miradas ansiosas,
ni la que, tras los mares en que yace sepulta la Atlántida,
tiene su coro de vástagos, altos, robustos y fuertes.

Únanse, brillen, secúndense, tantos vigores dispersos:
formen todos un solo haz de energía ecuménica.
Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas,
muestren los dones pretéritos que fueron antaño su triunfo.
Vuelva el antiguo entusiasmo, vuelva el espíritu ardiente
que regará lenguas de fuego en esa epifanía.
Juntas las testas ancianas ceñidas de líricos lauros
y las cabezas jóvenes que la alta Minerva decora,
así los manes heroicos de los primitivos abuelos,
de los egregios padres que abrieron el surco prístino,
sientan los soplos agrarios de primaverales retornos
y el rumor de espigas que inició la labor triptolémica.

Un continente y otro renovando las viejas prosapias,
en espíritu unidos, en espíritu y ansias y lengua,
ven llegar el momento en que habrán de cantar nuevos himnos.
La latina estirpe verá la gran alba futura:
en un trueno de música gloriosa, millones de labios
saludarán la espléndida luz que vendrá del Oriente,
Oriente augusto, en donde todo lo cambia y renueva
la eternidad de Dios, la actividad infinita.
Y así sea Esperanza la visión permanente en nosotros,
¡ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda!

AL REY OSCAR
Así, Sire, en el aire de la Francia nos llega
la paloma de plata de Suecia y de Noruega,
que trae en vez de olivo una rosa de fuego.

Un búcaro latino, un noble vaso griego
recibirá el regalo del país de la nieve.
Que a los reinos boreales el patrio viento lleve
otra rosa de sangre y de luz españolas;
pues sobre la sublime hermandad de las olas,
al brotar tu palabra, un saludo le envía
al sol de medianoche el sol de Mediodía.

Si Segismundo siente pesar, Hamlet se inquieta.
El Norte ama las palmas; y se junta el poeta
del fjord con el del carmen, porque el mismo oriflama
es de azur. Su divina cornucopia derrama,
sobre el polo y el trópico, la Paz; y, el orbe gira
en un ritmo uniforme por una propia lira:
el Amor. Allá surge Sigurd que al Cid se aúna;
cerca de Dulcinea brilla el rayo de luna;
y la musa de Bécquer del ensueño es esclava
bajo un celeste palio de luz escandinava.

Sire de ojos azules, gracias: por los laureles
de cien bravos vestidos de honor; por los claveles
de la tierra andaluza y la Alhambra del moro;
por la sangre solar de una raza de oro;
por la armadura antigua y el yelmo de la gesta;
por las lanzas que fueron una vasta floresta
de gloria y que pasaron Pirineos y Andes;
por Lepanto y Otumba; por el Perú, por Flandes;
por Isabel que cree, por Cristóbal que sueña
y Velázquez que pinta y Cortés que domeña;
por el país sagrado en que Herakles afianza
sus macizas columnas de fuerza y esperanza,
mientras Pan trae el ritmo con la egregia siringa
que no hay trueno que apague ni tempestad que extinga,
por el león simbólico y la Cruz, gracias, Sire.

¡Mientras el mundo aliente, mientras la esfera gire,
mientras la onda cordial alimente un ensueño,
mientras haya una viva pasión, un noble empeño,
un buscado imposible, una imposible hazaña,
una América oculta que hallar, vivirá España!

Y pues tras la tormenta vienes, de peregrino
real, a la morada que entristeció el destino,
la morada que viste luto sus puertas abra
al purpúreo y ardiente vibrar de tu palabra:
y que sonría, oh rey Oscar, por un instante,
y tiemble en la flor áurea el más puro brillante
para quien sobre brillos de corona y de nombre,
con labios de monarca lanza un grito de hombre!


VIDEOS DE POESIAS


Sus padres fueron don Manuel García y doña Rosa Sarmiento.

Su infancia la pasó al lado de su familia. Durante sus primeros años estudió con los jesuítas. A los doce años publica sus primeros versos. Obtuvo el cargo de funcionario de la Biblioteca Nacional de su país.

Publica sus escritos a partir de 1885, pero en el año de 1888 su poema Azul le da fama en España y América. Fue cronista en el diario la Nación de su país.
Rubén Darío se casó en 1890 con Rafaela Contreras Caña.

En 1892 viaja a España como delegado de su nación a las festividades del Cuarto Centenario del Descubrimiento de América.

En 1914, a su paso por Nueva York, su vida se pone en peligro por una pulmonía, enfermo y con una tristeza muy profunda, regresa a Nicaragua.

Muere en en la ciudad de León el 6 de febrero de 1916.

Ruben Dario

Felix Garcia Sarmiento
NACIO : 18 de enero de 1867
Metapa, Ciudad Darío, Matagalpa, Flag of Nicaragua.svg Nicaragua